domingo, julio 30, 2006

Él es judio. Y no quiere guerra

Un acto de valentía, honestidad y coherencia de Rubén Kotler para aquellos cobardes que más de una vez, bajo las vestiduras progres, no se cansan de justificar la guerra y la opresión:

QUE NO ASESINEN EN MI NOMBRE
por Rubén Kotler
Primera Parte

Soy judío. Soy argentino. Pero ante todo soy un ser humano. Lo primero me ha enseñado valores universales. Lo segundo ha conformado mi propia identidad. Lo tercero hace que me sienta igual a otros que son distintos de mi. Estas últimas semanas he asistido como triste espectador a la política genocida de Israel. El tema es conflictivo para muchos que hemos sido formados y educados con valores que creíamos universales. Israel era entonces la nación moral en un mundo de guerra. Era el país elegido por Dios para un pueblo elegido por Dios. Nos enseñaban a odiar a los palestinos que eran terroristas. Nos decían en las escuelas que Israel era distinto en Medio Oriente. Nos enseñaban el valor y el coraje del Ejército de Israel y se oraba por su fuerza en los templos. Nos machacaban que los críticos de Israel eran antisemitas.
Las imágenes de terror de un Estado terrorista como es Israel nos hacen pensar una y otra vez sobre quienes conducen ese Estado, sobre quienes llevan a cabo políticas de Genocidio, de limpieza étnica. Quienes violan sistemáticamente los derechos humanos en cárceles manteniendo secuestrados a miles y miles de personas. Y eso es inaceptable. Es inaceptbale que Israel mate a niños en Líbano o en terrotorios que pertenecen a los palestinos. Pero es inaceptable que ese estado hable en nombre del judaismo, porque esos no son los valores judíos. En el Talmud dice que quien salva una vida salva a la humanidad y que quien mata una vida mata a la humanidad. Y un Estado que mata todos los días decenas de personas, que las humilla en cárceles y la somete a todo tipo de vejaciones, no puede hablar en nombre de esos valores. Israel mata a la humanidad a diario cuando destruye la casa de civiles en Palestina so pretexto de perseguir a militantes palestinos. No puede ni debe hacerlo. Pero lo hace. No quiero que Israel use al judaismo para asesinar en nombre de los judíos. De ser así tendré que decir que prefiero alejarme de ese concepto de ser judío. No es al menos lo que me ha sido trasmitido en mi propio hogar, donde los valores por mis padres enseñados han sido otros. Algunos acusaran incluso a los judíos críticos de antisemitas, pero está claro que las comunidades judías del mundo no pueden seguir sosteniendo un Estado que no les representa. Cuando se produjo el golpe militar en Argentina, en marzo de 1976, y se secuestraba y se hacía desaparecer judíos, Qué hacía el Estado de Israel para impedirlo? Néstor Kohan, en una carta en este blog reproducida respondía a esta pregunta afirmando que ese Estado no sólo no hizo nada sino que permitió esos y muchos otros crímenes incluso contra judíos.
La opción intelectual en la que nos coloquemos no debe hacernos dudar de un principio moral básico establecido en las declaraciones de Derechos Humanos en la ONU: el principal deber moral es la preservación de la vida, ya que sin la vida de nada valen los otros derechos humanos, como la libertad o la paz. Israel, y muchos judíos que viven en Israel se han alejado hace mucho de ese principio humano esencial.

La poesía del domingo

En Tucumán, con varias zonas del país, hoy fue un día demasiado frío. Sumado a las noticias que vuelan desde el extranjero, el invierno hoy tiene más gris. En invierno me gusta leer Cortázar, porque sus imágenes, por lo general tristes, paradójicamente, traen calidez. Por eso me sorprendió que justo hoy, la página Enfocarte, haya elegido de Cortázar a la Poesía de la semana:

Todos los días una cucharada
Julio Cortázar*


Ahora que nombro al cientopiés esbelto,
río de palmas de mano, ceniciento trirreme,
que me caiga en la cara, me entre
por un ojo, revolcándose horrible entre pestañas,
que rompa sus anillos y me deje
cubierto de patitas furibundas, de veneno
y desgracia.
Rostro de mediodía,
aprende el cientopiés, la ignominiosa
necesidad de irse secando,
y mira: no estés triste, no te vayas por ahí
contándole tu vida a las personas.
Esto es nada, un dibujo que dejaron al irse
los pobres, pobres viejos,
una carpetita donde servían el té, y ahora
a lavarse las manos para ir a dormir.

viernes, julio 28, 2006

Sólo una confusión

Debido a que Luis María Pescetti está presentando en el ND Ateneo su espectáculo “Qué público de porquería”, esta mañana estuvo en Radio Mitre, en el programa de Lalo Mir "Animados”, que sale todas las mañanas. Pescetti cantó esta mañana esta canción argumentando la confusión que a veces se les produce a los chicos. Aquí va:


Cuando Colón cruzó la cordillera
Para darle la mano a San Martín,
Belgrano que era tío de Pinocho,
Jugaba al ajedrez con Alfonsín.

Blancanieves que era novia de Gardel,
Y los Beatles amigos de Perón
Gasalla dijo “tengo una idea
Vamos a lo de la Brujita Verón”

Sarmiento que tocaba la guitarra,
Lo invitó a Maradona a cantar
El dijo “muchas gracias que cante Benny Hill”
Justo a Cenicienta le iba a hablar

Caperucita charlaba con el lobo
Y Piazzolla servía un copetín,
Popeye miraba una novela
en la tele que estaba en un jardín

Cada uno después volvió a su cuento
el Hombre Lobo, León Gieco y los demás,
Drácula, y Manuelita la tortuga,
Les Luthiers, Rivadavia y Superman

jueves, julio 27, 2006

Éste es el cuento que más quiero, se llama "La cuenta" y cada vez que lo leo le encuentro más imperfecto:

LA CUENTA


Parece que mejor había muerto. Estaba tirado en la cama, que de pronto se le ocurrió podía ser cualquier pasto de por ahí. Pero era su cama, más cama que nunca, con su propio perfume en la mano y el olor a la transpiración de todo el día, hoy que ni siquiera era verano. Pero a esta hora era calor lo que sentía. Todavía mirando así el techo, y encontrando su cara en las maderas que lustraba cada semana para no amontonar mugre, demasiada mugre hay en la calle, para tenerla aquí resguardada. Otra noche que veía su cara, tirado en la cama, como la nada se acuesta de noche en los cuerpos del parque.
El parque estaba más lejos, aunque seguramente era hierba lo que se movía debajo de su espalda mojada en transpiración, y no hacía nada, nada de calor. Miraba la cama. Se miraba en la cama. Otra vez las manos sucias, ahora levantarse, lavarlas como una niña lava a sus muñecas. Parecía aburrido jugar con muñecas.
Ahora se miraba en la cama que brillaba, estaba lustrada la parrilla. Uno, dos, tres, cuatro pasos hasta el baño. Hace mucho que ni siquiera sabía cuántos eran los pasos hasta el baño. Ni hasta la cocina. Ya le habían deshecho el alma otra vez. “Son esos bichos”, se decía él, “creen que no los veo”. Sí los veo. Caminan hasta aquí de noche. Ahora se atreven también de día. Ellos creen que yo no los veo llevarse uno a uno mis pelos.
Espero que uno de estos días, también se atrevan a mis uñas. ¡Qué horror!¡Llevarse mis uñas! Están limpias. No hay que llevarse las uñas de la gente.
Cuatro pasos hasta el baño. Cuatro por cuatro. Dieciséis pasos hasta el baño. Hasta la cocina. Treinta y uno desde la cama que brilla, (porque lustra la parrilla cada lunes). Pero hoy estaba cansado de caminar y cuatro por cuatro es mucho. Como el tango de Piazzola, cuatro por cuatro. Estaba cansado y si al fin de cuentas a las uñas lo mismo se las iban a llevar esos bichos. A veces le preocupan, se le nota. Porque aún cuando duerme a veces después de las dos de la tarde (es siempre desde las dos de la tarde hasta las tres y diecisiete), abre un ojo, porque los escucha.
Siempre los escucha más los lunes. Vuelve más temprano. O porque es lunes, y el domingo estuvo tanto en casa que los bichos no pudieron entrar, porque los domingos no hay siesta para dormir. Por ahí algún programa de radio o el partido, si es un clásico mejor, quizás porque ya ha perdido un poco el ritmo de las piernas y las clasificaciones futbolísticas. Los domingos no duerme siesta, ni come. Porque es domingo y el estómago se dilata tanto que no hay comida. Ni sueño.
Los lunes los bichos hacen más ruido. Vienen a llevarse un poco de pelo. No importa mucho de dónde, puede ser de la cabeza, o de la pierna, o del brazo. Pero a los del brazo no los ve. Algún día va a quedarse despierto, porque entre las tres menos veinte y las tres y diez, suele dormir con más fuerza. A esa hora debe ser de los brazos. Porque a la tarde, cuando cae todo: esto es el sol la merienda, cuando la nada se hace profunda, a eso de las siete y media, ya no siente mucha fuerza en los brazos. Ese día, seguro se llevaron los pelos del brazo.
Hay días en que no puede ni siquiera levantarse al trabajo, pero está bien, a su compañero, el que lo releva más temprano también le pasa; al menos es lo que dice cuando por la mañana suele verlo desencajado.
A veces el teléfono suena. Veintitrés pasos para el teléfono. Ahí no tiene que multiplicar nada por nada. Y ahora está sonando, pero se quedó concentrado en el brillo que hoy lo encandila desde la cama. Hace frío. En este invierno hace más frío que de costumbre y por la mañana, cuesta, la pucha que cuesta. Para colmo el brillo muestra imágenes que no están. Él lo sabe, pero se alegra de ver imágenes diminutas a su lado, tanto se alegra que de a ratos les habla, pero el teléfono otra vez.
Los martes son distintos. La tarde viene siempre con alguna euforia que no tarda en apagarse. El placard guarda no sólo ropa, sino cosas que se recuerdan. Es decir que a veces del placard sale alguna voz. A la noche ni siquiera vienen los bichos, si siquiera esos que los ve todo el tiempo. No se llevan nada de él.

Parece que suena el teléfono. Y una voz. La puerta está a cuarenta y dos pasos de la cama. Seis por siete, pero no puede levantarse. Además están ellos que vienen a llevarse sus pelos. Las uñas no. Todavía falta. ¿Y cuándo acaben conmigo? Se preguntaba un día. Alguien lo miraba, porque sabía que no irían a acabar fácilmente con él. ¿Y si un día me llevan enterito? Si me llevan enterito voy a extrañarte. Y alguien seguía mirándolo ahora con una sonrisa. Los voy a extrañar a ellos, sobre todo los martes, que no vienen siquiera.
Hoy había lustrado la cama, para no juntar más mugre, demasiada hay. Ayer no pudo levantarse de la cama, estarán acabando con él. Además era domingo. No se lava las manos. El baño. Cuatro por cuatro. Y las manos están sucias. Las uña sucias no están bien. Nadie quiere uñas sucias. Ni almas rotas. Ni corazones gastados. Ni cabezas desesperadas. Nadie quiere esto. Ayer escuchaba radio o veía partidos de fútbol y nadie vino. Nadie cocinó. Parece que suena el teléfono. Por qué no suena mañana que es martes y a las nueve y veinte ya está todo aburrido. A él le gusta la noche, como a nadie le gusta. La luna. Lo hace sentirse de la tierra. Y entero, sin bichos que se lo lleven. La luna y él es chiquito. Y cuadrado.
El rompecabezas. El lunes es rompecabezas. El martes, no tanto. Los otros días... ya no los recuerda. Miércoles, jueves, viernes, sábados. Son siete. Tampoco se multiplica.
Parece que suena el teléfono. Tiene ganas del baño. O es el timbre. No es el teléfono. No es el baño, y las manos sucias, sobre todo las uñas.
Parece que golpean la puerta. Que no me engañe, se dice. Porque la voz suena pequeña, de llanto suena, de “voy extrañar la música sincera de tus manos y la suave melodía de la tos”, de las piernas inmóviles y la saliva ligera sobre el cuerpo. Es una voz pequeña, pero no me van a engañar, no es el teléfono. Me quieren enloquecer, para llevarme las uñas. ¿Qué hago sin uñas?. Y sin alma.
Cuatro por cuatro. Me voy al baño. Las manos son mejores limpias. Es la puerta. Esa voz. Me quieren llevar los pies. Me quieren llevar a mí. El corazón está olvidado, la cabeza dolida. Las manos sucias. Los ojos se caen desde adentro. Los pies vacíos. Las piernas tiesas. Voy al baño. Tanto vacío, para mí solo al fin de cuentas. Para qué al fin de cuentas.
No voy a abrir. Seis por siete. No voy abrir. Ellos caminan hacia aquí hoy, mañana no van a venir. Es martes. El lunes es peor ahora que lo piensa, porque brilla la cama y cree que no está solo. Los bichos forman sombras para que él enloquezca. Bah, no voy a abrir.

Por fuera están los golpes. Ya van treinta golpes. Seis por cinco. El portero mira la puerta en silencio. Se mira con tristeza lo que resbala por debajo de la puerta. Se habrá caído. O serán los bichos que él insistía estaban en el techo del departamento. El portero mira la tristeza de la tristeza. Y las cucarachas bailan triunfadoras sobre la mancha roja de la alfombra.

miércoles, julio 26, 2006

Hijo


El ver el blogg de Diego hizo que me dieran ganas de tener uno a mí. Además me enseñó a crear esto. Y además cada vez que charlamos me enseña un montón de cosas, aunque se haga el que no sabe nada. Por eso es que lo primero que hay aquí es su foto.