Hace treinta años, el país se estaba hundiendo en manos de los militares. Videla en ese momento lideraba un sistema atroz de tortura y genocidio, tratando de exterminar el espíritu militante. Hace treinta años, estaban próximos a cumplirse los diez de la muerte del Che. También habían asesinado ya a Victor Jara. En mayo de 1977 habían pasado dos meses de la desaparición de Rodolfo Walsh y hacía un año que habían matado a Haroldo Conti, y a Paco Urondo, y faltaban menos de un mes para que se lleven a Roberto Santoro. Y muchos otros más habían desaparecido sin que se conozca su destino, por eso, las Madres ya andaban fundando su lucha en plaza de Mayo.
En 1977, mi hermano tenía siete años, y mi abuelo paterno había muerto, mi abuelo materno ya cumplía 73 años, y faltaban dos décadas para que nazca mi sobrino Iván, mientras que mi prima Araceli hacía seis meses que estaba fuera de la panza de su mamá. Mi mamá y mi papá andaban por ahí en la lucha por la vida. En ese año, Sui Generis no existía más y Charly García ya estaba grabando su segundo cd con “La máquina de hacer pájaros”, mientras que León Gieco estaba entre su tercer y cuarto disco.
Muchos amigos habían nacido. Algunos tenían ya varios años, otros eran apenas unos chicos, y otros todavía no eran ni siquiera un sueño. Todavía faltaban veinte para conocer a Mandrágora, mi grupo. Todo eso pasaba en mayo de 1977. Hace treinta años, cuando yo nacía. Porque yo, como dice Charly, nací con Videla. Porque nací cuando muchos poetas escondían la pluma bajo la almohada para que no los maten. Otros, la dejaban sobre la mesa, y no estuvieron más. Nací cuando el país era un sólo lamento de torturas, cuando la esperanza estaba vedada, excepto para las filas de los asesinos. Cuando yo nací, los fusiles revolucionarios estaban más quietos.
Mucho ha pasado. Hoy cumplo treinta años. Mi sobrino tiene diez años, está hermoso y es una de las cosas que más amo en este mundo. Mi abuelo materno ya murió dejándome la dicha de haberlo conocido enseñándome la honestidad, el enojo, el trabajo. Mis viejos siguen juntos, en la lucha. Mi prima cumplió treinta antes que yo y mi hermano sigue siendo ese pilar en donde apoyarse en pleno cansancio. Muchos amigos pasaron a ser soñados y ahora están junto a mí. Los otros, ya no juegan como antes, y los encontré en el camino para que me enseñen gran parte de lo que aprendí. Mandrágora es el espacio más cercano a la revolución que encontré.
Una carrera inconclusa, muchos sueños, muchas ganas cambiar esas cosas que nacieron y crecieron conmigo aún siguen adentro. Hoy cumplo treinta años, y no es para desesperar, como muchos me dijeron, pero las cifras redondas hacen mirar inevitablemente para atrás.
Videla sigue ahí, como Bussi, como Menéndez, sin ser juzgados. Pasaron treinta años, desde que yo nací mientras ellos estaban en el poder matando y torturando, y hoy están libres. Cuando mueran, sus cadáveres van a ser velados y enterrados.
Victor Jara, sigue escribiendo canciones revolucionarias en el tiempo, Charly tiene un listado interminable de discos, León Gieco, otro tanto. El Che, sigue esperando la revolución en Argentina. Las Madres siguen dando vuelta a la plaza, y los poetas siguen sin aparecer, como tantos otros que hoy son una sombra en las veredas de este país.