jueves, agosto 10, 2006

A veces la noche insiste en no llegar. Otras tarda en irse. La tristeza en este último caso se impone en la madrugada. Me parece que eso me pasó anoche y no pude dejar de recordar esta poesía de Cortázar que justo no estaba cerca mío, porque al libro se lo presté a una amiga. Este es el poema.

NOCTURNO

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

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