miércoles, junio 17, 2009

Cielo


Nadie lo detiene. El pasto ralo que aparece de vez en cuando entre la tierra se le pega en los pies y ve pasar: uno, dos, tres, cuatro, dos, seis, ocho rodillas que se le mezclan. El Enano sólo mira la pelota y busca un hueco para estamparla. Su corazón se queda quieto. Ahora está ante esa red que trocea en miles de cuadritos y sin culpa alguna al mismo cielo. Ahí siente que quiere estar él también. El Enano sueña con volar hasta el cielo. No importan ahora los gritos, ni el pasto, ni la tierra, ni las patadas que lo golpean en las piernas. Por eso, casi sin proponérselo toma impulso, y ante la mirada perdida del que tiene al frente, se anima a la patada final. El Enano sonríe perdido. Ahora sí, ha llegado al cielo.

2 comentarios:

victoria dijo...

Y la tribuna grita eufórica en sus oídos el tan esperado:
Goooooooooooooooooooooooooooolll!!!!!
Ese grito no debe faltar en el cielo del enano.
Abrazo Mabel

Juan Pablo dijo...

Gol, gol, gol. En la cabeza del Enano hay un gol