Responsabilidad sentimental
Ayer hablábamos con mi amigo Diego acerca de lo difícil que es cortar la comunicación con la persona de la que uno está enamorado. Así juramos no llamar nunca más, no escribir ni mensajes ni mail, ni preguntar, ni nada. Pero, a veces las ganas de saber son más fuertes, y lo terrible es que cuando uno, pisando su orgullo, llama o escribe. Y el otro... no contesta, o simplemente no puede hablar en ese momento. Ahí es cuando uno, con el estrago encima siente que es un imbécil y vienen los reproches de “para qué llamé” o “sabía que no tenía que llamar”, y el teléfono sale volando por los aires. En esos casos cada uno tiene algún mecanismo para sentirse menos mal. En mi caso, yo apago el teléfono hasta que se me pasa el enojo y porque odio estar pendiente de que suene. Todo esto me hizo acordar a este texto de Luis Pescetti, que se llama “Responsabilidad estética”, y dice así.
Mirá, Valeria, me tenés repodrido. Si sabés que me gustás, ¿¡por qué no me hablás por teléfono, eh!? ¿¡Qué te pensás!? ¿¡Querés que me quede toda la tarde al lado del teléfono como un tarado!? El otro día por ejemplo, el lunes, me moría de ganas de que me llamaras. ¡Y ni me hablaste! ¡Entonces resulta que no fui ni a jugar con los chicos, ni al club, ni a nada! ¡Al divino botón! ¡Porque no sonó el teléfono ni con una llamada equivocada! ¿¡Qué te creés!? ¿¡Te creíste mucho!? Sabés que sos muy linda, entonces tendrías que fijarte un poco, porque es como cuando alguien es muy fuerte: si no cuida cómo usa los músculos capaz que le da un empujón a alguien y no quiere hacerle nada, pero al otro lo tira al piso. O da la mano para ser amable y al otro le deja los huesos como un trapo torcido. Es lo mismo, ¿entendés?, porque vos sos linda, entonces tenés que tener un poco de cuidado, porque sin querer podés, no te digo lastimar, porque no es igual igual, pero más o menos, ¿te das cuenta? Tal vez lo hacés sin querer, o no hacés nada, pero igual tendrías que prestar atención porque yo te cruzo enfrente y a lo mejor a vos no te pasa nada; pero vos me pasás enfrente y me quedo todo así. Parezco la momia, ¿entendés? Poné un poco de tu parte, también. Por eso no es lo mismo. Ahora que te expliqué y lo entendiste, fijate. Yo no te voy a decir nada, pero hoy me gustaría que me llames, así que no esperes que te hable yo.