domingo, marzo 27, 2011

Letras de domingo

"Todo parecía tranquilo y sin embargo la espuma se colaba por la borda. El aire libre me rodeaba ahora por todas partes, no tenía más que el abrigo de la tierra, y poca cosa es, el abrigo de la tierra, en esas condiciones. Veía los faros, hasta un total de cuatro, pertenecientes a un barco-faro. Los conocía bien, de pequeñín ya los conocía. Por la tarde, estaba con mi padre sobre un promontorio, me cogía de la mano. Hubiera deseado que me atrajese hacia sí, en un gesto de amor protector, pero en eso estaba pensando. Me enseñaba igualmente los nombres de las montañas. Pero para acabar con las imágenes, veía también las luces de las boyas, parecían llenarlo todo, rojas y verdes, incluso ante mi extrañeza amarillas. Y en el flanco de la montaña, que ahora desgajada se alzaba tras la ciudad, los incendios pasaban del oro al rojo, del rojo al oro. Yo sabía muy bien lo que era, era la retama que ardía. Yo mismo cuántas veces habría encendido el fuego, con una cerilla, siendo pequeño. Y mucho más tarde, de vuelta a casa, antes de acostarme, miraba desde mi alta ventana el incendio que había prendido. En esta noche pues, plagada de débiles parpadeos, en el mar, en tierra y en el cielo, bogaba a merced de la marea y las corrientes. Noté que mi sombrero estaba atado, por un cordoncillo sin duda, a mi botonadura. Me levanté del banco, en la parte de atrás del bote, y un enérgico campanilleo se hizo oír. Era la cadena que, fijada a la parte de alante, acababa de enrollarse alrededor de mis caderas. Debí desde el principio practicar un agujero en las tablas del fondo, porque aquí me tenéis de rodillas intentando soltarlo, con la ayuda del cuchillo. El agujero era pequeño y el agua subiría lentamente. Todavía una media hora, en total, salvo imprevistos. Sentado de nuevo en la popa, con las piernas estiradas y la espalda bien apoyada contra el saco relleno de hierba que me servía de cojín, me tragué el calmante. El mar, el cielo, la montaña, las islas, vinieron a aplastarme en un sístole inmenso, después se apartaron hasta los límites del espacio. Pensé débilmente y sin tristeza en el relato que había intentado articular, relato a imagen de mi vida, quiero decir sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar. "

(de Samuel Beckett, fragmento de El final)

viernes, marzo 25, 2011

Murió Hugo Midón



Todos los sentimos. Sobre todo quienes trabajamos con chicos, sabemos del valor de poder comunicarse con ellos. Gracias Hugo por todo lo que tuvimos estos años, gracias por tu grandeza, por tu obra, por tu labor, por esa vida llena de luz infinita. 

jueves, marzo 24, 2011

35 años

jueves, marzo 17, 2011

Yupanqui por Piazzolla


Vi a Yupanqui dos veces. Una me lo crucé en la calle en París y él me vino a saludar. Sinceramente me quedé helado, no supe que decirle.
Era como toparme con San Martín. No me salía una palabra. Lo mismo me había pasado hacía muchos años en Nueva York cuando me presentaron a Stravinsky, igual me quedé mudo, yo sólo quería mostrarle mi admiración y decirle que mi primer estudio con Ginasterra fue la Consagración de la Primavera. Nada, che; el viejo me invitó a su casa y yo tardé como dos semanas en aceptar, a pesar que vivía muy cerca. Me animó Jairo y fuimos. Empezamos a matear y yo seguía sin poder emitir palabra, porque cada comentario que hacía eran sentencias de tres frases tan redondas que me parecía grosero responder. Hasta que la mujer, que era reculta y macanuda, se acercó con el mate y por abajo me dijo: “Ataque con todo que a él solo le gusta el silencio de la montaña, pero no el de las personas” Menos mal que el viejo era fana de Ravel y de Bartok y por allí encontramos la charla de más de cuatro horas y me sorprendió sus conocimientos musicales, sobre todo de armonía, aunque a cada frase me pedía disculpas por su ignorancia y me decía que envidiaba mis conocimientos. Cuando hablamos del bandoneón, me dijo que su único placer era escucharlo al viejo Isaco Abitbol cuando viajaba por Santa Fé. Casi se muere de la alegría cuando le dije que nosotros íbamos con el gordo Troilo a verlo cuando nos íbamos de pesca…

(entrevista de Antonio Carrizo a Piazzolla para Radio Rivadavia, 1985)

lunes, marzo 14, 2011

Silencio


Yo no hablo nunca. Casi nunca. No me gusta. Y no porque no tenga nada para decir. Siempre tengo cosas para decir, pero no me gusta. A veces, cuando la gente está hablando prefiero escucharla y tal vez se cruzan ideas, frases, palabras en mi cabeza para aportar a la charla, pero me doy cuenta a tiempo que no es necesario. Que en ese caso la charla se extendería más y después del tercer intercambio de ideas, yo ya estaría fuera del tema, de la situación o del espacio.

A veces me gusta que la gente hable. Que diga cosas. Que ría fuerte. Otras veces quiero que se callen para siempre. No soporto la gente cuando habla. No soporto los ruidos. Hay ruidos que sí soporto. El del tren. La bocina del tren. El de un vaso roto en medio de una noche que ya no tiene remedio. La risa de un bebé temprano por la mañana cuando todo el mundo aún duerme.

Hay ruidos que no soporto. Los del teléfono. Los del timbre. Los de la bocina. Los crujidos que hace la araña cuando alguien las pisa. Las palomas. El aleteo de las gallinas. La música me gusta.

El ruido de la música. A veces fuerte, a veces baja, otras como silencio perpetuo. Me gusta que suene siempre. De fondo al movimiento del mundo. En momentos en que no debe sonar. Cuando todos callan. Cuando el enojo me estalla dentro del cuerpo y del tiempo. Cuando la tristeza me entumece. Y cuando estoy alegre. Me gusta el ruido de la música.

Por eso no hablo. Porque tengo muchas cosas para decir, pero no me gusta. Que otros hablen, que otros hagan ruidos, que otros toquen en la orquesta. El río está quieto, no quiere sonar. Yo no hablo.  

domingo, marzo 06, 2011

Letras de domingo

Abuelo, en la noche
Esta es la casa que he perdido
habito en ella en sueños
y no quisiera hablar de ella después que todo
ha sido consumado.

Mis hijos han edificado sus casas en Babilonia
y yo atravieso el desierto para pasar
veladas con ellos
escuchando afuera, al borde de la puerta impotente
el ruidoso río de automóviles que
filtra sus aguas turbias en el umbral.

Hablamos de esto y de lo otro en la
apretada salita
como conspiradores bajo el sofocante
y ordenado itinerario de los relojes
porque todos trabajan, duramente,
invirtiendo su vida en el negocio de perderla
y llegan llenos de cifras como
los carpinteros de virutas
fatigados de información. Entonces,
si yo recuerdo
si fácilmente caigo en las viejas historias
si abro para ellos las puertas de la casa
abren los ojos y me reconfortan con su alegría
-piensan tal vez que es posible el retorno-
porque ellos vivieron, ellos nacieron
y se criaron
en la casa que perdimos
en la vieja casa grande junto al río
donde yo vuelvo ahora
donde yo vuelvo siempre
apenas cae un poco de sueño en mis ojos vacíos.

de Pablo Antonio Cuadra, en Esos rostros que asoman en la multitud.

jueves, marzo 03, 2011

Cuando el DNI es un regalo


Estamos de festejos. Todos los que conocemos y trabajamos alguna vez con Franco sabemos cuánto quería tener documento. A diferencia de nosotros, para quienes el DNI es un papel que se lleva en el bolsillo, se aja, se mancha, se lava y se pierde una y mil veces, para él era el pasaporte a la escuela y a la asignación universal que le corresponde.
Cuando lo conocí, hace dos años en el barrio El Sifón, Franco no ocultaba su ganas de ir a la escuela, pero sin DNI no se podía inscribir. La noticia me llegó por mensaje de texto “¡Hoy Franco pudo ir a la escuela. Las ventajas del DNI!”, decía.
Hace dos meses, y después de varios años de trámites eternos, obtuvo por fin su documento, esa libreta que le abrió nuevas puertas y le permitió sentirse uno más.
Me contaron que ayer, ya matriculado, mientras exploraba el patio de su escuela, encontró en el suelo un DNI que una mujer descuidada había dejado caer. Lo levantó y corrió a devolverlo. Es que a los doce años, comprende más que todos lo importante que es sentir esa libretita dentro del bolsillo.

Un programa de radio

 Me alegra que un programa tan bueno sobre folklore esté saliendo al aire por la radio pública. Es del periodista Santiago Giordano, y celebro que un un colega tan groso y responsable esté al frente de ese ciclo. Sale al aire de lunes a viernes por La Folklórica FM 98.7 y por internet www.radionacional.com.ar, si pueden, escuchénlo.
Acá la editorial del primer programa.

Mientras al rescoldo de la realidad se mantienen tibias las noticias que llegan del mundo, nosotros hablamos de folklore, escuchamos folklore.
Boca no hizo goles, River solo uno, en Libia está por caer un régimen que se mantuvo 42 años y en el Congreso de la nación avanza un proyecto de ley para modificar el régimen de contrato del trabajo agrario y otorgar beneficios laborales a peones y jornaleros. Pero nosotros estamos con esto que llamamos folklore y que aunque los estudiosos se preocuparan en precisar como proyección folklórica o música nativa, nosotros seguimos llamando torpe, imprecisa y vanidosamente folklore, porque y necesitamos poner todo en una palabra.
Acaso porque a través de esa música que concentra bellezas y sentidos buscamos tender un puente que nos devuelva un pasado que imaginamos de gauchos y gauchadas, de bravos y bravadas, de bardos y bardeadas. Fue escuchando folklore que sentimos ser Cristino Tapia explicándole una zamba a Gardel o Chazarreta trayendo a Buenos Aires las primeras noticias de un Noroeste arcaico y virginal. Fue escuchando folklore que supimos ser el trigo que en La Poma madura por la cintura de Eulogia y el cielo azul que viaja por el río de Sampayo; la voz de Mercedes rompiendo la tarde hasta el eco de ayer, o la mariposa que el Chango Rodríguez bajó de un yuyazo. Fue escuchando folklore que, en definitiva, distinguimos ponchos celestes de rojos y fuimos mensú, tarefero, diablero, minero, zafrero, peón viñador.
¿Y hoy, quienes podemos ser cuando escuchamos folklore? ¿Qué nos dice el folklore?
¿Se queda quieto mirándose el ombligo, lleno de su pasado mejor? ¿se pone a escuchar a los que desmontan paisajes que no volverán a ser canciones? O nos dice que un Juan golondrina hoy echará los bofes, otra vez en condiciones que para unos son infrahumanas y para otros “no se, no lo vi”.
Qué nos dice esa musiquita… para permitirnos ser nosotros mismos, únicos y multitudinarios.

martes, marzo 01, 2011

Crítica: para no olvidar


Este documental me llegó vía un compañero de trabajo. Explica un poco acerca de lo que pasó con Crítica y muestra por qué no hay que olvidarse lo que pasó en este medio. Se evidencia además, lo que pasa con esta profesión, uno queda limitado a las decisiones que toma un empresario, de periodismo poco y nada. Espero que lo vean con atención. Lo saqué del blog vimeo.com y la dirección está a cargo de  Mauricio Alvarez, Sergio Ugalde, Fabricio Gómez, Carlos Cano.